PIOJO

 











        El Piojo Lopez fue uno de mis ídolos de infancia. En principio, el bichito del Fútbol me picó tarde. Como a los 10 años. Racing no tenía un equipo tan competitivo, pero tampoco era malo. De mitad de tabla para arriba. Y ahí vi a Claudio Lopez. El piojo, con 18 años, un pelo largo muy noventoso y medio payaso. Lo vi jugar y me pareció que algo tenía.


        Con una velocidad envidiable, me maravillaba ver el pique que tenía, pero siempre le faltaban 5 para el peso y veía la misma secuencia: llegaba a la línea o al mano a mano, pero cuando tenía que pegarle a la pelota, la mandaba a la tribuna o afuera por poco, seguido de las caras de frustración de la gente, más todas las cosas que le gritaban. Igual digamos todo: algunas terminaban en gol. Le habrá costado 3 años, pero cuando afinó la definición, fue ídolo y fue figura. En el 96 se fue al Valencia, donde también fue ídolo y figura, y siguió con una carrera que lo llevó a jugar a Italia, México y Estados Unidos.
Más allá de que cuando lo escuchaba hablar me parecía que no tenía muchas luces, lo que más me gustaba del piojo era que no se rendía nunca. Lo puteaban en todos los idiomas, lo bardeaban, durante los primeros años en Racing no le pagaban, y aún así, con todas en contra, seguía picando y encarando, y terminó teniendo una carrera, para muchos, envidiable, llegando incluso a jugar 2 mundiales, y a que todo un país grite un gol suyo, y así, al menos por unos minutos, hizo que hasta sus más crueles detractores le sonrían y le tiren un “Bien ahí, muerto”, esbozando una sonrisa. Kevin Johansen seguro se lo agradeció, porque son tan iguales que seguro le habrán gritado algo por la calle.


Otro día seguimos. No escuché la campana.

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